viernes, 30 de noviembre de 2012

Teitos

domingo, 10 de julio de 2011

Espantapájaros

Fuimos pájaros en otra vida y un monstruo con camisa de cuadros y peto vaquero nos tenía acojonados. Volábamos bajo pero siempre lejos de aquel extraño ser de paja que nunca se movía.
Hubo días duros en los que mis amigos y yo apostábamos cuánto tardaría en marcharse a su casa aquel bicho. Lloviendo, granizando o con la nieve por la rodilla nunca se fue. Tal vez no tuviera donde ir o dinero para tomarse un café.
El día que prendieron fuego a su prado para acabar con una plaga de topillos, tampoco se movió. Se quemó como un roedor más. Siempre nos quedó la duda de por qué lo había hecho. Es cierto que nos pareció algo idiota seguir allí plantado pasara lo que pasara, pero he de reconocer que su fidelidad fue admirable.

jueves, 3 de febrero de 2011

De noche (II)

Como islas en la noche, como hielos en mi copa. Efímeros seres hechos de frío y poco tiempo. Qué corta y hermosa amistad la nuestra. Te cuento mi vida y ni si quiera escucho tu nombre.

sábado, 29 de enero de 2011


Pradera vertical

De noche (I)

Jugando a nada he vuelto a empatar. Idiota engreído dispuesto a insistir en el vacío habitual. De nuevo me veo rodeado de zombies sedientos de keroseno edulcorado. Otra vez en el mismo lugar. Una noche más de soledad entre la multitud. Absurda insistencia la mía.

sábado, 30 de enero de 2010

Volar

Debe ser para sentirnos los reyes de la creación, eso de enjaular pájaros y sacarlos a las ventanas de nuestros pisos. Doble castigo el que imponemos al prohibir el vuelo a quién tiene capacidad para ello, y además, mostrarles a los bichos enjaulados lo que hacen sus iguales.

O sea, como yo no puedo, tú te jodes y además mira lo que te pierdes.

viernes, 14 de noviembre de 2008

así de fácil

Y sin disfrazarme de nada me pasan los días igual que a los demás. Ya veremos, si para entonces vemos, quién tiene razón.
Ha sonado el despertador, y arriba en una esquina pone mo, que en español quiere decir lu. Si no hubieran cambiado la hora, sería de día. Pero es de noche. Dicen que lo hacen por ahorrar energía. Yo enciendo la luz para no romperme algún hueso en pleno ahorro.
Siempre que salgo de la ducha no me reconozco en el espejo. Antes, cuando entré, juraría haberme visto. Ahora, empapado y con algo de frío a pesar de la toalla, no. Hace tiempo que me ocurre, pero tengo la sensación de ir a peor. ¿Quién será el verdadero yo? ¿Será el nítido? ¿Será el borroso? Puede que sea los dos a la vez, que se alterne mi apariencia dependiendo del lugar o la persona con quien esté.
Salgo de casa siendo el borroso pero en proceso de nitidez. En el ascensor ya vuelvo a ser totalmente nítido –eso dice el espejo- y ni me alegra ni me disgusta.
Aprovecho un semáforo en rojo para mirarme en el espejo retrovisor. Sólo cabe en él una parte de mi cara, pero para saber si continúo siendo claro o estoy borroso es suficiente. Clarísimo.
Y durante todo el día, siempre que me crucé con uno, me reconocí. En el trabajo, en el bar, contigo, con ellos. Siempre.
Hasta la mañana siguiente.
Sin toalla y mojado paso, paro y poso delante suyo. Cuanto más yo soy, menos me reconozco. Desnudo y sin desodorante soy una mancha color carne con toques negros aquí y allá. Creo que el agua caliente me quiere decir algo y no sé si le entiendo. En pleno proceso intelectual tú entras al baño. Es un consuelo que me hayas reconocido a pesar de mi estado borroso. Mientras me visto abres la ventana del baño. Es pequeña y está en la pared de la bañera, enfrente de la puerta. Te gusta ventilar la casa a primera hora, pero sueles esperar a que me vista. Debemos ir con retraso porque hoy no has esperado y siento frío. Sigo delante del espejo pero te miro a ti. Cuando sales de nuevo me das un beso en el brazo, cerca del hombro. Al girar la cabeza mi reflejo en el espejo es nítido. Sigo desnudo y sin aditivos, pero me reconozco. Tú tienes el antídoto. Gracias.