jueves, 17 de abril de 2008

Profeta

Hace cuatro días dormías en los portales y hoy pretendes darnos lecciones a los demás. Profeta de alcantarilla refugiado en su pasado. Trasladas tu patética experiencia a todos los humanos que conoces. Pero en realidad sólo te sigues importando tú. Si no te creyeras imprescindible para el mundo, bajarías la voz al lanzar tu mensaje. Si fuera realmente importante, nos acercaríamos a ti, sin necesidad de vocear. Eres un feriante con delirios de grandeza, pero tu cara te delata, tu mirada de cabrón, el andar descompuesto, los huecos entre dientes… sigues siendo un yonqui con el pelo lleno de grasa. No hay más. Tus neuronas hace tiempo que se rindieron. No insistas.
Eres un dictador sin pueblo sumiso. Un idiota con cinco fieles tan cobardes que no se atreven ni a tragar la comida de sus bocas cuando hablas. Vaya ejército, Napoleón.
Si hubieras sido ese profeta que te crees, estarías muerto, o al menos seguirías siendo el mejor amigo de tu camello. Pero no, después de muchos litros de metadona has descubierto el buen camino. Deberías hacerte político o picoleto eso sí que sería un éxito de verdad, y una forma de devolverle a tu madre todo lo que le quitaste. En cuanto a tu padre, no sé lo que pensaría antes de suicidarse. Tal vez “¿primero yonqui y ahora madero?”
En el primer caso los escenarios desde donde lanzar el mensaje garantizan que los fieles se multipliquen. Y lo que es mejor, no tendrías que dejar de decir idioteces. Es más, en ocasiones, tus asesores te redactarían comunicados aún más ridículos que los tuyos propios.
La segunda opción, uniforme, pistola, sirenas… Y todo lo puedes usar sin problemas. Por cierto, hay algún cuerpo que realiza la instrucción ¡a caballo! Que te parece, menudos recuerdos, ¿eh?
Tú dirás, pero yo te veo más con la primera. Ganan más, el vestuario es variado, tienes chófer, puedes cambiar de partido y no pasa nada...
Son dos opciones, pero hay más. No te puedes limitar al comedor de un bar de menú. Los que allí acudimos queremos comer. Nuestras aspiraciones no van a más. Eso debe ser frustrante para un ser superior como tú. Saber que tus palabras rebotan contra las paredes de huecos cerebros que sólo piensan en masticar bien la comida para no atragantarse. Te oímos pero no te escuchamos. Decídete y da el salto, tío, déjanos seguir pastando en nuestra hierba de ignorancia.

………………………………

Hoy he comprado una pistola. No tengo licencia pero sé apretar un gatillo. No quieres bajar la voz y yo necesito comer tranquilo. Podría cambiar de bar pero no me sale de los güevos y como no respetas a los demás, te daré la oportunidad de recapacitar sobre ello en la cama de un hospital durante un par de semanas. No quiero matarte, aunque no me importa que te mueras. Sólo pretendo que me dejes comer en paz.

No hay comentarios: